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Wang Yinglin, Sanzijing, El Clásico de Tres Caracteres; Pliegos de Oriente, Trotta, Madrid , 2000. Introducción, traducción y notas: Daniel Ibáñez Gómez. |
«Los seres humanos en su origen son de una naturaleza esencialmente buena. Esta naturaleza nos acerca. Las costumbres nos separan». Desde el siglo XIII hasta prácticamente la actualidad, los niños chinos han dado sus primeros pasos en la lectura con esta frase de Mencio que abre el Sanzijing o Clásico de los Tres Caracteres. Les confesaré que, a veces, cuando pienso que el «mi mamá me mima» de los chinos es una sentencia de un pensador del siglo IV a. C., me dan ganas de tirar la toalla y canalizar mis inquietudes orientales mediante el origami, el gangnam style o la limpieza de chakras. Por suerte, tengo amigos chinos que mienten muy bien y me animan a no claudicar ante su idioma. La tarea es ardua, sin duda, pero el camino está sembrado de joyas que invitan a continuar, y este breve manual de lectura que hoy nos ocupa es una de ellas.
El Sanzijing fue durante muchas generaciones uno de los cimientos más básicos sobre el que China construyó su identidad. Su objetivo pedagógico, además de iniciar a los niños en la lectura, era familiarizarlos con los principios fundamentales de la moral confuciana, así como introducirles a materias como la historia, la ciencia, la música o la filosofía. En ese sentido, tiene mucho en común con nuestro catón o con las antiguas enciclopedias escolares. Lo que hace del Sanzijing una obra única es su asombrosa capacidad de síntesis y su disposición rítmica destinada a facilitar la memorización y la declamación. Dicho de manera tosca, el Clásico de los Tres Caracteres sería algo así como un catecismo en verso de la cultura tradicional china. La versión canónica del libro consta de solamente 356 frases, todas ellas de tres caracteres –de ahí el título-, las cuales se agrupan a su vez en secuencias de cuatro frases y, por tanto, doce caracteres. Los caracteres sexto y duodécimo de cada secuencia riman entre sí. Gracias a este esquema métrico, los valores confucianos empezaron a transmitirse de generación en generación con el rítmico canturreo -llamémoslo «Confucio style»- que podemos ver en el siguiente vídeo.
Si bien el prestigio del Sanzijing llega hasta nuestros
días, no podemos olvidar que este manual es fruto de una época de enormes transformaciones sociales,
económicas, científicas y filosóficas, la dinastía Song (960-1279), cuyo
esplendor cultural ha sido a menudo comparado con el del Renacimiento europeo. Si
nos ceñimos a los cambios relacionados con la educación, cabría destacar la creación de una amplia red de escuelas, bibliotecas públicas y academias privadas para el estudio de los clásicos (书院shuyuan), la invención de la imprenta, la sistematización de un
canon de obras clásicas –el llamado canon confuciano- o la consolidación del sistema de exámenes imperiales, puerta de acceso a la carrera burocrática abierta, en teoría, a
todo ciudadano varón independientemente de su extracción social, aunque, en la
práctica, el nivel de exigencia de las pruebas obligara a una dedicación tan exclusiva que las posibilidades de éxito de los más humildes eran casi nulas. Aun así, la literatura china está plagada de historias
de estudiantes pobres que intentan superar los exámenes, lo que demuestra que sí hubo una cierta movilidad social.
El sistema de exámenes imperiales propició la identificación
entre la élite política y la élite intelectual. En este contexto, despunta el
llamado neoconfucianismo, una muy elaborada filosofía moral y política que durante estos
siglos reformuló y codificó los principios confucianos incorporándoles
elementos budistas y taoístas –depurados de misticismo y pasados por el filtro
de la racionalidad- con el objetivo de aunar las distintas tradiciones en una
sola tradición central que funcionara como ideología unificadora y vertebradora
del Estado. Si observamos
la China contemporánea a la luz de su historia, en la rehabilitación de
Confucio o en la recurrente noción de sociedad armoniosa (和谐社会, hexie shehui), parecen subyacer inquietudes
similares a las de los mandarines de época Song y un objetivo común de
forjar una síntesis ideológica que permita canalizar doctrinas discordantes o que, al menos, ponga en sordina cualquier
propuesta que no esté al servicio de la cohesión social. De ahí la
importancia concedida a la educación, tal vez el aglutinante social más eficaz,
y a textos como el Sanzijing, cuya memorización inoculaba desde la más tierna
infancia los principios básicos sobre los que se sustentaba el Imperio del Centro.
El
estudio, ya ensalzado desde la antigüedad por Confucio, se convierte en época Song en premisa
indispensable para adquirir poder político y prestigio social, prestigio que es también ético, porque
la virtud y el desarrollo intelectual van siempre de la mano en el idealismo
confuciano. Wang Yinglin,
letrado a quien se atribuye la autoría del Sanzijing, encarnó
este ideal y, desde su posición de erudito y de alto funcionario, promovió la
creación de academias para el estudio de los clásicos y contribuyó con su obra
a difundir una moral y unos conocimientos entendidos como un todo inseparable para reformar los valores del pueblo. Sólo el estudio nos hace humanos, leemos en el Clásico de los Tres
Caracteres: «El perro guarda la noche y el gallo anuncia la aurora. Si no
estudiamos, ¿cómo llegaremos a ser personas? El gusano hila la seda, la abeja
elabora la miel. Si los seres humanos no estudiamos, ni siquiera seremos como
los animales».
El
Sanzijing, a pesar de su concisión y de ser una obra destinada a un público infantil, contiene una riqueza conceptual, doctrinal e histórica tan deslumbrante, que su lectura resulta muy recomendable para cualquier persona interesada en la tradición china o, incluso, para cualquier estudiante del idioma que desee hacer una inmersión en el método pedagógico con el que, durante tantos siglos, los niños chinos aprendieron a leer. Aquí apenas he podido
esbozar unos detalles sobre su contenido.
Entre las muchas virtudes de esta edición de Daniel Ibáñez Gómez, destacaría su
imprescindible y muy documentado prólogo y, sobre todo, las esclarecedoras
notas que acompañan a cada una de las secuencias del original. Confieso haber
leído con más interés algunas notas que las casi telegráficas frases a las que
se referían. Por ejemplo, a partir de una frase tan críptica como «del uno al
diez, del diez al cien, del cien al mil, del mil al diez mil», Daniel Ibáñez
Gómez nos ofrece unos breves, pero muy interesantes datos sobre numerología
china; o nos desglosa la historia y la enseñanza que se oculta tras esta misteriosa
frase: «Uno se ató el pelo a una viga; otro se pinchaba las piernas con una
lezna. Aunque nadie se lo ordenó, por sí mismos tuvieron aguante y aplicación».
El
Sanzijing no es -ni mucho menos- letra muerta, sino que forma parte del
patrimonio cultural chino hasta tal punto que algunas de sus frases se han
convertido en locuciones del lenguaje coloquial y su sonsonete circula todavía
hoy por escuelas, vídeos de Internet, anuncios publicitarios, aplicaciones para
i-phone, etc. Lo
podemos comprobar en este breve recorrido por la evolución del Sanzijing que les presento a continuación.
Ejemplares clásicos de época imperial. El
primero es una xilografía del período Kangxi (1662-1722), dinastía Qing. El
segundo y el tercero pertenecen a un mismo ejemplar sin datación exacta.
Cuando
los jesuitas llegan a China hacia finales del siglo XVI, comprendieron pronto
la importancia del Sanzijing. En primer lugar, como manual para aprender el idioma y, posteriormente, como potencial instrumento de evangelización. Así
nació el llamado Sanzijing Cristiano, que mantiene la estructura trimétrica del
original, pero sustituye las enseñanzas confucianas por la doctrina cristiana.
En una
sociedad tan patriarcal como la China imperial, el acceso de la mujer a la
educación era poco menos que imposible. El Sanzijing y todas las demás obras
pedagógicas estaban dirigidas exclusivamente a estudiantes varones. Sin
embargo, hacia finales de la dinastía Ming (1368-1644), se publica una obrita inspirada en
el Sanzijing, pero destinada a la educación femenina. Se trata del Nuer jing (女儿经) o
Clásico de las niñas. Su contenido, lejos de las lecciones de cultura general o
las sentencias doctrinales de su
pariente masculino, es más una lista de órdenes o un código de buena conducta
para niñas "ejemplares": obedece, levántate pronto, respeta a tus padres, prepara
el té, sé limpia y aseada, aprende a coser, etc. En este enlace, tienen todo el Clásico de las niñas en chino simplificado.
Cuando
en 1949 el Partido Comunista Chino toma el poder, la herencia confuciana cae en
desgracia. El Sanzijing desaparece de las escuelas por ser considerado un
ponzoñoso vehículo de ideas feudales. No obstante, el poder didáctico del
canturreo de los tres caracteres es algo ya tan asimilado por el pueblo chino,
que los líderes comunistas deciden adaptarlo a su doctrina y componen el Renmin
Jundui Sanzijing (人民军队三字经) o Clásico de los Tres
Caracteres del Ejército Popular.
También
de época maoísta es esta campaña informativa para la prevención de la malaria. En este
caso, la enseñanza transmitida por los tres caracteres es la siguiente: «La malaria daña al
pueblo/proviene del plasmodium/la difunden los mosquitos./Tras su
picadura/contraes la enfermedad,/sientes frío/después fiebre/dolor de cabeza y
sudor./En julio y agosto/es fácil contraer la enfermedad./Una vez infectado/se
debilitan las cuatro extremidades/la cara se pone amarilla/y el bazo se
hincha./ En la temporada de labranza/no puedes trabajar».
Ya en la actualidad, rescatado Confucio del purgatorio, los niños pueden volver a cantar a la piedad filial, a la rectitud y a la benevolencia gracias a estas nuevas ediciones del Sanzijing con CD incluido.
Hay
quien se entretiene jugando al cubo de Rubik de los tres caracteres.
Otros
prefieren ejercitar la memoria con juegos neoconfucianos on line. Aquí les dejo este enlace por si les apetece jugar una partida.
Los seres humanos en su origen son de una naturaleza esencialmente buena. Esa naturaleza nos acerca. Los iPhones nos separan.
Las
grandes corporaciones no han querido ser menos que los jesuitas o los
comunistas de antaño y los publicistas recurren hoy también a los tres
caracteres para vender sus productos. Un ejemplo lo tienen en este anuncio de
Colgate que fomenta la higiene bucodental a ritmo de Sanzijing: «Una buena madre/ debería
saber/ que Colgate/es rico en calcio/previene el deterioro de los dientes/ es muy
eficaz/ la fuerza y la salud/preserva./¡Que la belleza y la blancura/florezcan!/Toda
la familia puede usarlo/todos juntos ahora».
Por
último, un post dedicado a un clásico de la educación en China no podía terminar sin un guiño a ese otro clásico viral contemporáneo:
los vídeos de niños prodigio asiáticos. ¿Qué les parecen los tiernos gorjeos de esta criatura?
Encontré de casualidad tu blog, buscando información de hanshan. Gracias por tu contenido!
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