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Yu Hua, Vivir; Seix Barral, Barcelona, 2010 Traducción: Anne-Hélène Suárez Girald |
I once heard an American folk song entitled Old Black Joe. The song was about an elderly black slave who experienced a life’s worth of hardships, including the passing of his entire family – yet he still looked upon the world with eyes of kindness, offering not the slightest complaint. After being so deeply moved by this song I decided to write my next novel – that novel was To Live.
Yu Hua, “Epílogo del autor”, To Live; Anchor Books, NY, 2003, p.249. .
Suele contar Yu Hua (余华)en las entrevistas que se hizo escritor para no tener que mirar más bocas sangrientas. Dentista de profesión e hijo de cirujano, su prosa directa, su mirada aséptica, aunque no ausente de inocencia y empatía, sobre la realidad más truculenta, no parecen en su caso tanto una opción estilística como la consecuencia de su propia biografía.
Crecí durante la Revolución Cultural. Mi padre era cirujano. Mi madre, médica. Pasé mi infancia deambulando por un hospital. Llegó a gustarme el olor a Lysol de los pasillos. Vi a menudo a mi padre caminar hacia mí cubierto de sangre (…). Vivíamos en el complejo hospitalario, frente a la morgue. Crecí prácticamente rodeado de sollozos.
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Yu Hua (Fotografía: Han Lei, NYT) |
Si en los primeros relatos de Yu Hua, su familiaridad con la muerte, la sangre y las vísceras se traduce en una narrativa cruda y sin concesiones, su primer gran éxito, ¡Vivir!, publicada en China en 1993, introduce un elemento que hasta entonces no había hecho acto de presencia en su mundo sombrío: la esperanza. ¡Vivir!(活着, Huózhe)es sobre todo un canto a la esperanza, y definir esta novela con palabras más complejas sería tal vez irse por las ramas. Su sencillo esqueleto narrativo, su desnudez, conmueven como solo puede hacerlo el dolor libre de imposturas de aquellos que han sufrido las peores calamidades. ¡Vivir!, lejos de pretensiones intelectualistas, apela en primer lugar a la emoción, a los sentidos, a una corporeidad lacerada cuyo lenguaje podría leerse también en clave musical y coreográfica. En su epílogo a la primera edición en inglés, Yu Hua emparenta ¡Vivir! con Old Black Joe, una vieja canción de esclavos afroamericanos sobre un anciano que lo ha perdido todo, familia incluida, y a pesar de ello, canta a la vida. De los dos narradores de la novela, el primero es un joven que recorre el campo en busca de canciones populares; el segundo, narrador-protagonista, es un anciano llamado Fugui. Sentados bajo un árbol, el anciano, con serenidad, da cuenta de su dura existencia al joven recopilador de canciones. Lo que este escucha es un himno a la vida coreografiado por la muerte.
Una tirada de dados desencadena la peripecia vital de Fugui. Hijo del terrateniente de su pueblo, el joven Fugui es un señorito tarambana sin más ocupación que zascandilear por los burdeles y dilapidar en apuestas la fortuna familiar. Después de perder todo su patrimonio en beneficio de un fullero llamado Long Er, Fugui conoce la miseria y se ve obligado a trabajar como el más humilde de los campesinos. Este es solo el comienzo de una sucesión de adversidades que marcarán su destino y el de su familia durante los cuarenta años que recorre la novela, desde la invasión japonesa y la Guerra Civil hasta los últimos coletazos del maoísmo. Fugui se sobrepone siempre con un temple desconcertante a las calamidades sin fin que azotan a su familia. Yu Hua no se regodea en la tristeza y las lágrimas que atraviesan la novela, nos las administra con economía de medios y frases breves cuya simplicidad intensifica su sobrecogedora contundencia.
Disuelta en la trama, la Historia reciente de China se hace visible casi como otro golpe de dados que hunde aún más a un Fugui que, sin entender ni cuestionar lo que ocurre, se somete dócilmente a un orden que considera casi natural. Los caprichos de la suerte, la muerte omnipresente, los insondables y a menudo absurdos designios del poder parecen haber conjurado contra el que una vez fuera un joven disoluto que, a base de reveses, acabará por convertirse en un héroe entre kafkiano y taoísta cuya voluntad nunca interferirá con el curso de las cosas. No se trata de resignación. Por el contrario, en unos años en los que, como nos recuerda Yu Hua, la disidencia en la China rural era una posibilidad inverosímil, Fugui desmiente con sus propias peripecias el gran relato de un poder cuyas trampas y arbitrariedades son percibidas más como azar que como planificación por parte de quienes las padecen. Especialmente significativa al respecto es la escena en la que el fullero que había ganado a los dados todo el patrimonio de Fugui, es condenado a muerte por su condición de terrateniente tras la victoria del Ejército Popular de Liberación.
Después de la ejecución de Long Er, durante el camino a casa, me iban dando escalofríos en la nuca. Cuanto más lo pensaba, más peligro veía que había pasado: de no ser por mi padre y por mí, los dos hijos pródigos, podría haber sido yo el ajusticiado. Me toqué la cara, me toqué los brazos, todo estaba en su sitio. Pensé que tenía que haber muerto y, sin embargo, seguía vivo; que ya había salido con vida por los pelos del campo de batalla; que luego, al volver a casa, Long Er se había convertido en mi chivo expiatorio y que las tumbas de mis antepasados debían de estar bien situadas. «Esta vez, tengo que vivir como es debido», me dije a mí mismo.
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Zhang Lu: Laozi sobre un buey; Dinastía Ming, s. XVI; tinta sobre papel; National Palace Museum, Taipei |
«El momento de sobrevivir es el momento del poder» , nos dice Elias Canetti en Masa y poder. Cuando al principio de la novela el recopilador de canciones populares se acerca por primera vez al anciano Fugui, le escucha cantar los siguientes versos:
Me quiere por yerno el emperador,
pero está tan lejos que no pienso ir.
Un desplante al poder establecido desde su exacto reverso. Fugui sobrevive a sus amigos, a su mujer Jiazhen, a sus hijos y, por toda compañía le queda un viejo buey de labranza rescatado del matadero y bautizado también Fugui. Frente a la paranoia de un poder que ve en cada ciudadano una potencial amenaza para su supervivencia, Fugui erige su invisibilidad, su wuwei (無為), su humildad, su fluir como el agua de Laozi: No hay bajo el cielo cosa más blanda y débil que el agua. Sin embargo, en su embate contra lo rígido y duro, nada la supera. (Tr: A.H. Suárez). Confundido con el polvo y, como Laozi, lleno de arrugas y acompañado por un buey, Fugui se asemeja al final de su vida al perfecto soberano o santo taoísta, intermediario ideal entre el Cielo y la Tierra, aunque los que pasan a su lado solo vean a un anciano chalado e inofensivo que llama con los nombres de sus familiares muertos a una manada bueyes imaginarios.
—No quiero que sepa que trabaja solo (el buey Fugui) —me contó el anciano en voz baja—. Por eso digo otros nombres, para engañarlo. Así, al oír que hay otros bueyes trabajando, no se me enfada, y además trabaja con más ánimo.
Bajo el sol, el anciano reía lleno de vida. Las arrugas de su rostro renegrido se movían de regocijo, llenas de barro incrustado, entrecruzándose como los senderos que separaban los bancales.
A pesar de su sencillez, y de tratarse sobre todo, como ya hemos apuntado, de un canto a las ganas de vivir y a la vida frente a la muerte, Vivir encierra múltiples lecturas. Si he decantado la mía hacia las analogías entre Laozi y el anciano narrador-protagonista es, entre otros motivos, para homenajear desde este humilde rincón a Anne Hélène Suárez, traductora tanto de la novela que hoy nos ocupa como de la que es, desde mi punto de vista, la mejor versión en castellano del Daodejing, que ella optó por traducir como Libro del curso y de la virtud(Siruela, 1998). Otra de sus traducciones imprescindibles para cualquier sinólogo o interesado en la cultura china es la magnífica Historia del pensamiento chino de Anne Cheng (Bellaterra, 2002). La traducción de ¡Vivir! es un verdadero lujo. Los diálogos a veces brutales entre campesinos chinos fluyen, resultan tan naturales que nada nos hace recordar que estamos ante una traducción. No sé si quizá por ello, la mayoría de las muchas reseñas de la novela que circulan por la Red ni siquiera mencionan a su traductora, lo cual es una grave injusticia. Recordemos que esto no es una reseña sobre el original de Yu Hua sino sobre el texto de Anne Hélène Suárez. Parece una obviedad, pero conviene tenerlo siempre presente, sobre todo porque las traducciones más brillantes son las que más fácilmente pasan desapercibidas.
¡Vivir! es una de las novelas chinas contemporáneas más leídas en su país y fuera de él. Parte de su éxito se debe a la adaptación cinematográfica de Zhang Yimou, premiada en el Festival de Cannes en 1994 y censurada durante un tiempo en China. Aunque el guión de la película y la novela difieran en muchos puntos, terminaremos por hoy con una de las escenas más emotivas, la muerte de Youqing, el hijo pequeño de Fugui y Jiazhen. Por favor, lloren, que es bueno para la salud, estimula la circulación sanguínea, hidrata la piel y retrasa el envejecimiento. Y de eso se trata, de vivir.
Me considero afortunada por haber tenido como profesora de Traducción a Anne. Es una persona que tiene mucho que aportar, no sólo sus conocimientos sobre traducción pero también experiencias enriquecedoras.
ResponderEliminarMe gusta mucho Yu Hua como autor, aunque, últimamente predomina su tendencia masa-comercial. Sin embargo, el vendedor de sangre, the blood's merchant me encantó. Sus relatos de cuando empezó a escribir también son muy buenos.
Gracias por tu post.
Muchas gracias a ti por el comentario. Así que fuiste alumna de Anne-Hélène Suárez, qué suerte. Seguro que sus clases eran muy interesantes. Yo hice mis estudios de Asia Oriental en Italia, así que conozco personalmente a muy pocos sinólogos españoles. De la mayoría de ellos conozco solo su trabajo, lo que me permite escribir en el blog sin estar condicionado por simpatías o antipatías personales. Pero me gustaría mucho poder conversar con muchos de ellos. En octubre iré a Barcelona a un congreso de sinólogos. Si todavía no te has ido a China, espero verte por allá. Un saludo y gracias de nuevo.
ResponderEliminarSiempre que termino alguno de tus posts me quedo con la agradable sensación de haber aprendido algo nuevo, gracias!
ResponderEliminarMarcelo
Muy amable, Marcelo, y gracias por pasarte por aquí.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarMe ha gustado tu blog y quería preguntarte si podemos intercambiar links en tu sección REVISTERO CHINO. Mi blog es cancioneschinasrecomendadas.blogspot.com
Saludos.
Acabo de descubrir este maravilloso blog. Ojalá que vuelvas a ilustrar a los que deseamos saber más. Por mi parte, te invito a mi propio blog, pretendidademente de literatura oriental, pero por lo pronto, solo de japonesa: http://literaturaoriental.blogspot.com
ResponderEliminarGracias, después de más de un año y medio de abandono, anuncio que de aquí a muy pocos días volveré a poner en marcha el blog. Un saludo.
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