26 jun 2011

¡VIVIR!

Yu Hua, Vivir; Seix Barral, Barcelona, 2010
Traducción: Anne-Hélène Suárez Girald



      I once heard an American folk song entitled Old Black Joe. The song was about an elderly black slave who experienced a life’s worth of hardships, including the passing of his entire family – yet he still looked upon the world with eyes of kindness, offering not the slightest complaint. After being so deeply moved by this song I decided to write my next novel – that novel was To Live. 

Yu Hua, “Epílogo del autor”, To Live; Anchor Books, NY, 2003, p.249.     .



 Suele contar Yu Hua (余华)en las entrevistas que se hizo escritor para no tener que mirar más bocas sangrientas. Dentista de profesión e hijo de cirujano, su prosa directa, su mirada aséptica, aunque no ausente de inocencia y empatía, sobre la realidad más truculenta, no parecen en su caso tanto una opción estilística como la consecuencia de su propia biografía

 Crecí durante la Revolución Cultural. Mi padre era cirujano. Mi madre, médica. Pasé mi infancia deambulando por un hospital. Llegó a gustarme el olor a Lysol de los pasillos. Vi a menudo a mi padre caminar hacia mí cubierto de sangre (…). Vivíamos en el complejo hospitalario, frente a la morgue. Crecí prácticamente rodeado de sollozos.


Yu Hua (Fotografía: Han Lei, NYT)
 Yu Hua comienza su carrera literaria en los años ochenta con una serie de cuentos macabros y extraños en los que da una vuelta de tuerca experimental y paródica a algunos géneros literarios chinos como el wuxia (relato de artes marciales) en Sangre y flor de ciruelo(鮮血梅花); el caizi jiaren (relatos de estudiantes de talento y hermosas damas) en Un amor clásico (古典爱情)o el relato de fantasmas en Las cosas del mundo son humo(世事如煙). Lejos todavía del sentimentalismo que aflora en su obras de madurez, los primeros cuentos de Yu Hua evocan con turbador lirismo una tradición narrativa distorsionada hasta lo ilegible por la brutalidad del presente. En la China de la segunda mitad del siglo XX, todo intento de recrear un mundo arcaico y mítico de fantasmas, viajeros y enamorados degenera inevitablemente en lo siniestro. La vida y la muerte se entreveran en un paisaje rural y desolado, casi gore, donde el canibalismo, el asesinato o las venganzas brutales son moneda común.Valdría la pena traducir al español toda la obra del primer Yu Hua, quizá desigual y excesiva, pero mucho más arriesgada y original que su obra posterior. Seix-Barral se ha tomado muy en serio a este autor y ha publicado ya algunas de sus novelas más importantes. Ojalá se anime a enriquecer su catálogo con dos libros de relatos cuya traducción italiana leí hace algún tiempo: Torturas (Einaudi, 1997) y Las cosas del mundo son humo (Einaudi, 2004), ambos traducidos por Maria Rita Masci

 Si en los primeros relatos de Yu Hua, su familiaridad con la muerte, la sangre y las vísceras se traduce en una narrativa cruda y sin concesiones, su primer gran éxito, ¡Vivir!, publicada en China en 1993, introduce un elemento que hasta entonces no había hecho acto de presencia en su mundo sombrío: la esperanza. ¡Vivir!(活着, Huózhe)es sobre todo un canto a la esperanza, y definir esta novela con palabras más complejas sería tal vez irse por las ramas. Su sencillo esqueleto narrativo, su desnudez, conmueven como solo puede hacerlo el dolor libre de imposturas de aquellos que han sufrido las peores calamidades. ¡Vivir!, lejos de pretensiones intelectualistas, apela en primer lugar a la emoción, a los sentidos, a una corporeidad lacerada cuyo lenguaje podría leerse también en clave musical y coreográfica. En su epílogo a la primera edición en inglés, Yu Hua emparenta ¡Vivir! con Old Black Joe, una vieja canción de esclavos afroamericanos sobre un anciano que lo ha perdido todo, familia incluida, y a pesar de ello, canta a la vida. De los dos narradores de la novela, el primero es un joven que recorre el campo en busca de canciones populares; el segundo, narrador-protagonista, es un anciano llamado Fugui. Sentados bajo un árbol, el anciano, con serenidad, da cuenta de su dura existencia al joven recopilador de canciones. Lo que este escucha es un himno a la vida coreografiado por la muerte. 





Una tirada de dados desencadena la peripecia vital de Fugui. Hijo del terrateniente de su pueblo, el joven Fugui es un señorito tarambana sin más ocupación que zascandilear por los burdeles y dilapidar en apuestas la fortuna familiar. Después de perder todo su patrimonio en beneficio de un fullero llamado Long Er, Fugui conoce la miseria y se ve obligado a trabajar como el más humilde de los campesinos. Este es solo el comienzo de una sucesión de adversidades que marcarán su destino y el de su familia durante los cuarenta años que recorre la novela, desde la invasión japonesa y la Guerra Civil hasta los últimos coletazos del maoísmo. Fugui se sobrepone siempre con un temple desconcertante a las calamidades sin fin que azotan a su familia. Yu Hua no se regodea en la tristeza y las lágrimas que atraviesan la novela, nos las administra con economía de medios y frases breves cuya simplicidad intensifica su sobrecogedora contundencia. 
 Disuelta en la trama, la Historia reciente de China se hace visible casi como otro golpe de dados que hunde aún más a un Fugui que, sin entender ni cuestionar lo que ocurre, se somete dócilmente a un orden que considera casi natural. Los caprichos de la suerte, la muerte omnipresente, los insondables y a menudo absurdos designios del poder parecen haber conjurado contra el que una vez fuera un joven disoluto que, a base de reveses, acabará por convertirse en un héroe entre kafkiano y taoísta cuya  voluntad nunca interferirá con el curso de las cosas. No se trata de resignación. Por el contrario, en unos años en los que, como nos recuerda Yu Hua, la disidencia en la China rural era una posibilidad inverosímil, Fugui desmiente con sus propias peripecias el gran relato de un poder  cuyas trampas y arbitrariedades son percibidas más como azar que como planificación por parte de quienes las padecen. Especialmente significativa al respecto es la escena en la que el fullero que había ganado a los dados todo el patrimonio de Fugui, es condenado a muerte por su condición de terrateniente tras la victoria del Ejército Popular de Liberación.

Después de la ejecución de Long Er, durante el camino a casa, me iban dando escalofríos en la nuca. Cuanto más lo pensaba, más peligro veía que había pasado: de no ser por mi padre y por mí, los dos hijos pródigos, podría haber sido yo el ajusticiado. Me toqué la cara, me toqué los brazos, todo estaba en su sitio. Pensé que tenía que haber muerto y, sin embargo, seguía vivo; que ya había salido con vida por los pelos del campo de batalla; que luego, al volver a casa, Long Er se había convertido en mi chivo expiatorio y que las tumbas de mis antepasados debían de estar bien situadas. «Esta vez, tengo que vivir como es debido», me dije a mí mismo.


Zhang Lu: Laozi sobre un buey; Dinastía
Ming, s. XVI; tinta sobre papel;
National Palace Museum, Taipei


«El momento de sobrevivir es el momento del poder» , nos dice Elias Canetti en Masa y poder. Cuando al principio de la novela el recopilador de canciones populares se acerca por primera vez al anciano Fugui, le escucha cantar los siguientes versos:

Me quiere por yerno el emperador,
pero está tan lejos que no pienso ir.

 Un desplante al poder establecido desde su exacto reverso. Fugui sobrevive a sus amigos, a su mujer Jiazhen, a sus hijos y, por toda compañía le queda un viejo buey de labranza rescatado del matadero y bautizado también Fugui. Frente a la paranoia de un poder que ve en cada ciudadano una potencial amenaza para su supervivencia, Fugui erige  su invisibilidad, su wuwei (無為), su humildad, su fluir como el agua de Laozi: No hay bajo el cielo cosa más blanda y débil que el agua. Sin embargo, en su embate contra lo rígido y duro, nada la supera. (Tr: A.H. Suárez). Confundido con el polvo y, como Laozi, lleno de arrugas y acompañado por un buey, Fugui se asemeja al final de su vida al perfecto soberano o santo taoísta,  intermediario ideal entre el Cielo y la Tierra, aunque los que pasan a su lado solo vean a un anciano chalado e inofensivo que llama con los nombres de sus familiares muertos a una manada bueyes imaginarios.  
—No quiero que sepa que trabaja solo (el buey Fugui)  —me contó el anciano en voz baja—. Por eso digo otros nombres, para engañarlo. Así, al oír que hay otros bueyes trabajando, no se me enfada, y además trabaja con más ánimo.
Bajo el sol, el anciano reía lleno de vida. Las arrugas de su rostro renegrido se movían de regocijo, llenas de barro incrustado, entrecruzándose como los senderos que separaban los bancales.

A pesar de su sencillez, y de tratarse sobre todo, como ya hemos apuntado, de un canto a las ganas de vivir y a la vida frente a la muerte, Vivir encierra múltiples lecturas. Si he decantado la mía hacia las analogías entre Laozi y el anciano narrador-protagonista es, entre otros motivos, para homenajear desde este humilde rincón a Anne Hélène Suárez, traductora tanto de la novela que hoy nos ocupa como de la que es, desde mi punto de vista, la mejor versión en castellano del Daodejing, que ella optó por traducir como Libro del curso y de la virtud(Siruela, 1998). Otra de sus traducciones imprescindibles para cualquier sinólogo o interesado en la cultura china es la magnífica Historia del pensamiento chino de Anne Cheng (Bellaterra, 2002). La traducción de ¡Vivir! es un verdadero lujo. Los diálogos a veces brutales entre campesinos chinos fluyen, resultan tan naturales que nada nos hace recordar que estamos ante una traducción. No sé si quizá por ello, la mayoría de las muchas reseñas de la novela que circulan por la Red ni siquiera mencionan a su traductora, lo cual es una grave injusticia. Recordemos que esto no es una reseña sobre el original de Yu Hua sino sobre el texto de Anne Hélène Suárez. Parece una obviedad, pero conviene tenerlo siempre presente, sobre todo porque las traducciones más brillantes son las que más fácilmente pasan desapercibidas. 
¡Vivir! es una de las novelas chinas contemporáneas más leídas en su país y fuera de él. Parte de su éxito se debe a la adaptación cinematográfica de Zhang Yimou, premiada en el Festival de Cannes en 1994 y censurada durante un tiempo en China. Aunque el guión de la película y la novela difieran en muchos puntos, terminaremos por hoy con una de las escenas más emotivas, la muerte de Youqing, el hijo pequeño de Fugui y Jiazhen. Por favor, lloren, que es bueno para la salud, estimula la circulación sanguínea, hidrata la piel y retrasa el envejecimiento. Y de eso se trata, de vivir. 

2 jun 2011

Han Han- 1988: quiero hablar con el mundo (2ª parte)

Han Han (韩寒), 1988:我想和这个世界谈谈 (1988: quiero hablar con el mundo), 国际文化出版公司(International Culture Publishing Corporation), Beijing, 2010



Han Han  (Foto:China Hush)
   Un  joven desencantado abandona la gran ciudad  al volante de una camioneta y se lanza a la aventura. A través de sus recuerdos, encuentros, conversaciones y andanzas,  descubrimos una China dislocada y agridulce que, como la prostituta que protagoniza la primera parte de la novela, trata de encontrar su lugar y su sentido tras las luces de neón y la prisa de los que parecen ir a alguna parte. 


 En 1988:quiero hablar con el mundo, reconocemos la prosa nerviosa y coloquial del Han Han bloguero,  si bien, lo que en el blog se traduce en fluidez e inmediatez, aquí nos deja con la impresión de estar ante el borrador de una novela que podía haber dado mucho más de sí. Han Han brilla sobre todo en las distancias cortas. Los fogonazos de ingenio y el sarcasmo de su blog están presentes también en 1988, pero muy difuminados por una trama que, más que fragmentaria, parece descuidada y por unos personajes poco desarrollados. No obstante, como apunté en la primera parte de este post, quisiera pensar que una persona de probado talento, autor de 7 novelas y varios ensayos con solo 28 años, acabará siendo algo más que un icono mediático o un producto del pop contracultural chino. 

 Inédita en español, la obra literaria de Han Han explora las inquietudes de una generación de hijos únicos que se debate entre las altas exigencias sociales y educativas y los sueños hedonistas de  consumo en una China poliédrica y mutante. Quizá solo el tiempo nos dirá si la atención que hoy merece este joven autor trasciende lo sociológico y tiene algún valor literario. Si en su primera novela, La triple puerta (三重门), daba cuenta de la angustia de los adolescentes ante el rigor del sistema educativo o en Su Reino ( 他的国)denunciaba la estrecha ligazón que existe en China entre el éxito profesional  y la vida sentimental, en 1988 nos descubre un mundo de seres marginales que desde las cunetas de las carreteras ven siempre pasar de largo la famosa locomotora china. 


 El fragmento que he seleccionado corresponde a las cuatro primeras páginas de 1988. Antes de la publicación de la novela, el mismo texto fue incluido como relato independiente en el hasta ahora único número de Coro de solistas(独唱团), la revista fundada por Han Han que se convirtió en uno de los fenómenos editoriales chinos del año 2010. Que una revista de arte y literatura vuele de los kioskos y venda medio millón de ejemplares a las pocas horas de su publicación, nos da una idea del  sorprendente alcance social y mediático de este joven escritor.   Remito una vez más a Zai China a quienes quieran conocer mejor  la ardua gestación y el contenido de Coro de solistas


 Han Han es uno de esos autores fáciles de leer, pero complicados de traducir. He tratado, no sé si con éxito, de conservar ese tono deshilvanado, fragmentario, espontáneo, muy próximo a la lengua oral  que caracteriza a su prosa. Junto a mi versión en castellano he añadido también el original chino. Puesto que ninguna traducción es definitiva, y aún menos en un blog, cualquier crítica o comentario que contribuya a pulir y a mejorar  mi versión será más que bienvenido. Muchas gracias.   






El aire me faltaba cada vez más. Necesitaba echarme a la carretera. Al volante de una camioneta fabricada en 1988, en una noche teñida no sabría decir si por una espesa niebla o por algún gas tóxico, tomé la nacional 318. Mi camioneta es beige, pero las chicas siempre dicen que no, que es color leche. Hace tiempo que 1988 tenía que haber acabado en el desguace, la compré a precio de chatarra, pero un amigo le salvó la vida y, milagrosamente, logró repararla. Cuando este amigo y yo vimos por primera vez a 1988 abandonada a un lado de la carretera, no le quedaba más que el chasis y la carrocería.

Mi amigo dijo que en su antiguo taller había una camioneta accidentada idéntica que podría servirnos para conseguir piezas de recambio. Si compraba las piezas necesarias, él dejaría la camioneta como nueva, y por muy poco dinero, me aseguró indicándome la cifra con los cinco dedos de la mano.

-Ya, ¿y qué pasa con los papeles?- le pregunté-.

-¡Usa los de la camioneta accidentada!

-No sé si le parecerá bien al dueño...

-¡Está muerto!

-Su familia no creo que acepte.

-¡Toda la familia murió en el accidente!

-Ah, bueno, entonces no somos unos inmorales.

-Mira -me dijo-, ahora están todos muertos. Tú puedes devolverle la vida a la camioneta. Y lo primero que tienes que hacer es ponerle un nombre.

-¿En qué año la fabricaron?

Después de analizar durante un buen rato los restos del chasis, sentenció:

- 1988.

- Entonces se llamará 1988.

Mi amigo sale hoy de la cárcel. Ahora voy a su encuentro para decirle que hizo un buen trabajo: 1988 nunca me ha dejado tirado en la carretera.

Después de tres horas de viaje por la nacional, 1988 y yo pudimos por fin respirar aire fresco. Poco antes del amanecer, llegamos a una localidad que se extendía a ambos lados de la carretera. Estaba plagada de estaciones de servicio negras y de casas de baños y masajes de colores chillones. Parecía como si toda la actividad comercial del lugar girara en torno a los camioneros. Me llamó la atención la casa de baños Triángulo Dorado, no sólo porque era la única que todavía tenía encendidas las luces de neón sino porque, en la parte inferior, saltaban a la vista cinco rótulos, también iluminados, con las siguientes palabras: sauna, relax, juegos, habitaciones, finlandés.

Aparqué a 1988 en la zona mejor iluminada por el neón, empujé la puerta y entré. Cubierto con un abrigo militar, de espaldas a mí, el guardia de seguridad dormía en un sofá situado bajo uno esos cuadros de paisajes que normalmente decoran las entradas. Nadie me atendía. Llamé y el guardia levantó muy despacio una mano por debajo del abrigo, que quedó suspendido en el aire. Apenas la bajó, apareció detrás del mostrador una recepcionista semisentada que se arreglaba el pelo con aire de sonámbula. Algo aturdido le pregunté:

- ¿Qué es eso del finlandés que he visto ahí afuera?
- Un documento de identidad- me respondió impasible.
- No lo llevo encima.
Con un gesto por fin algo expresivo me lanzó una mirada y preguntó:
-¿Permiso de conducir?
- Tampoco lo llevo, pero voy a quedarme sólo un día.
- Imposible. Debemos registrar a nuestros clientes por orden de la policía. Es obligatorio exhibir un documento. ¿No tiene ninguno?
Después de buscar en todos los bolsillos, lo único que encontré fueron los papeles de la camioneta. Le pregunté sin mucha confianza si servían y, sorprendentemente, los aceptó sin ningún problema.

Temiendo que cambiara de opinión, me apresuré a entregarle los papeles de 1988. Para mi asombro, escribió sin pensárselo dos veces el número de matrícula de la camioneta en el lugar destinado al número del documento de identidad. A continuación, después de escarbar en un cajón durante un buen rato, me dio una llave enganchada a una placa de madera. Señalando hacia la izquierda dijo con un tono seco:
- La escalera está allá.

Cuando miré hacia donde la recepcionista me había indicado, volví a ver al guardia que dormía bajo el cuadro. No se había movido lo más mínimo mientras yo me registraba en la recepción. Cuando la recepcionista cerró el cajón, volvió a cubrirse con el abrigo.
-Joder, qué automatismo- pensé para mis adentros.
De repente, la recepcionista añadió:
- Finlandés quiere decir baño finlandés.
Con una sonrisa forzada, le dije con sorna:
- Así, sí que lo entiendo. ¿Por qué no han añadido la palabra baño?

Ella respondió en un tono despectivo:

-Cada rótulo tiene una sola palabra. Si añadiéramos la palabra baño romperíamos la simetría del conjunto.
Hubiera querido hacer más preguntas, pero al ver que el guardia del sofá comenzaba a ponerse nervioso, ella me sugirió con tacto que dejáramos de hablar y que subiera a mi habitación.

Abrí la puerta, eché un vistazo y, tal vez porque esperaba algo peor, la habitación no me pareció nada mal. Lo único que no me convenció fue la ventana que, además de pequeña, estaba protegida con seis barrotes de hierro, tal vez por estar en el primer piso. Comenzaba a salir el sol y vi que frente a la ventana había un árbol enorme. Me acosté. Justo cuando estaba a punto de quedarme dormido alguien llamó a la puerta. Inconscientemente, me tenté los bolsillos pensando que quizá había perdido algo en la recepción, pero salvo las llaves, que había dejado encima de la mesita, llevaba encima todo lo demás. Me dirigí a la puerta y pregunté:
- ¿Quién es?
- Señor, abra la puerta, por favor, déjeme entrar y se lo explico- respondió una voz femenina-.
A esas horas, pensé, no podía ser más que alguna embaucadora, así que me acerqué aún más a la puerta y volví a preguntar:
- ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?
- Me llamo Shanshan, señor, déjeme entrar y le explico todo.

En ese momento caí en la cuenta: era el servicio especial. Decidí mirar por la mirilla para ver si era guapa, pero la puerta no tenía mirilla. No me quedaba otra que abrir si quería ver qué aspecto tenía Shanshan. Yo soy una persona muy honesta. He estado en muchas ciudades y cada vez que me han propuesto este tipo de servicio sexual, he mirado por la mirilla y lo he rechazado. Bueno, en dos ocasiones lo acepté, pero solamente porque las chicas eran muy guapas. Pienso que una vez que abres la puerta, aunque te topes con un auténtico monstruo, no te queda más remedio que aceptar sus servicios, porque, después de habernos visto las caras, no podría de ningún modo decirle que se vaya ni soportar su decepción. Así pues, en este comienzo de viaje, me encomendé al cielo y supliqué que la chica que esperaba al otro lado de la puerta fuese de las que me gustan. Abrí.

Shanshan era de lo más ordinario que he visto, pero decirle que se fuera hubiera sido embarazoso. Por educación, me vi obligado a hacerle entrar. Le pregunté cómo se llamaba, pero me di cuenta inmediatamente de mi despiste y precisé:
- Quiero decir tu verdadero nombre, no el nombre artístico que usas aquí.
- Me apellido es Tian- respondió Shanshan-, me llamo Tian Fang
- Bueno, bien, entonces te llamaré Shanshan.

Shanshan dio una vuelta por la habitación, miró las cortinas, se sentó a un lado de la cama y me dijo:
-Señor, ¿conoce los detalles del servicio que le ofrecemos aquí?
-Dímelos.
-Mitad del servicio, cien; un completo, doscientos -dijo mientras jugaba con sus uñas recién esmaltadas.
Como no tenía ninguna gana, le pregunté si no ofrecían también un cuarto del servicio. Con una mirada inexpresiva me pidió que no le tomara el pelo.

Apenas terminamos el servicio completo volvió a ponerse la ropa. Le pregunté cómo hacía para enterarse tan rápido de la llegada de nuevos clientes.
Es simple. No duermo- respondió-. Sepa que aquí puede que trabajemos más de treinta profesionales, pero sólo los camioneros nos visitan, y todos de paso. Así no hay manera de hacerse con una clientela fija. Si me quedara esperando de brazos cruzados, tendría un cliente cada dos días, por eso me tengo que espabilar. Mientras las demás duermen, yo paso la noche atenta a la puerta y, en cuanto oigo a alguien entrar en una habitación, subo a llamar. De noche, por lo general, no hay mucho movimiento de clientes y aún menos en la habitación de la que me encargo. Los clientes, sobre todo los de Guangdong, piden siempre las habitaciones 8 y 18. Como tengo un mal número, me las arreglo como puedo. Si regresa, pida mi número, es el mejor.
- Ojalá las autoridades trabajaran con tanto empeño como tú. ¿Cuál es tu número?
- El 38
-Eh, sí, claro, la próxima vez preguntaré por ti- dije-. Pero Shanshan, ¿por qué no cambias de número?
- De la uno a la cuarenta hay servicio de habitaciones. De la cuarenta en adelante sólo se hacen masajes de pies. No me llevo muy bien con la jefa, así que me ha tocado un mal número- dijo mientras jugueteaba con el número que llevaba colgado sobre el pecho.

Empezaba a aburrirme, quería zanjar la conversación. Yo no soy uno de esos jóvenes virtuosos que aconsejan a las prostitutas que se casen y cambien de vida. Pero me sentí en la obligación de decirle que se cuidara, que no trabajara tanto:
- Shanshan, hay que dormir, no puedes matarte a trabajar de esta manera, mira qué hora es....

Abrí las cortinas y el sol inundó la habitación. Sólo entonces me di cuenta de que había manchas por todas partes. Cerré inmediatamente y dije:

- Mira qué mañana más hermosa. Eres demasiado trabajadora.



Han Han, portada de la revista Esquire



1988:我想和这个世界谈谈



空气越来越差,我必须上路了。我开着一台1988年出厂的旅行车,在说不清是迷雾还是毒气的夜色里拐上了318国道。这台旅行车是米色的,但是所有的女人都说,哇,奶色。1988早就应该报废了,我以废铁的价格将它买来,但是我有一个朋友,他是1988的恩人,他居然修复了1988。我和朋友在路边看见了1988,那时候它只有一个壳子和车架。

朋友说,他以前待的厂里有一台一样的撞报废的车,很多零件可以用,再买一些就能拼成一台能开的车。只需要这个数目,他伸出了手掌。

我问他,那这个车的手续怎么办?

朋友说,可以用那辆撞报废的车的手续。

我说,车主会答应么?朋友说,死了。我说,车主的亲戚也不会答应的。朋友说,都在那车里死光了。我说,那是不是不道德?

朋友说,本来是都死光的,现在你延续了这台旅行车的生命。所以你要给这个旅行车取一个名字。

我问他,这是什么时候出厂的车。

我的朋友在车的大梁处俯身看了许久,说,1988年。

1988就是这么来的。

而我的这个朋友,我此刻就要去迎接他从监狱里出来,并且对他说,好手艺,1988从来没有把我撂在路上。

我和1988在国道上开了三个多小时,空气终于变得清新。我路过一个小镇,此时天光微醒。小镇就在国道的两边,黑色的汽修店和彩色的洗浴城夹道而来。看来这个镇子所有的商业都是围绕着这条国道上过往的卡车司机。我看中了一家金三角洗浴城,因为这是唯一一个霓虹灯管都健在的洗浴城,不光如此,它下面的“桑拿”、“休闲”、“棋牌”、“客房”、“芬兰”这五个标签也都还亮着。

我将1988停在霓虹最亮的地方,推门进去。保安裹着军大衣背对着路睡在迎客松的招牌下的沙发上,前台的服务员不知去向。我叫了一声服务员,保安缓缓伸出手,把军大衣往空中一撩,放下的时候那里已经半坐着一个女服务员。服务员边整理头发边梦游一样到了前台后面。我微感抱歉,问道,姑娘,看你们上面亮的灯,什么是芬兰啊?

女服务员面无表情道,身份证。

我说,身份证我没带。

她终于有了一点表情,看了我一眼,说,驾照带没带?

我说,驾照我也没带。我就住一天。

她说,不行,我们这里都是公安局联网的,你一定要出示一个证件。你身边有什么证件?

我掏了全身的口袋,只掏出来一张行驶证。我很没有底气地问道,行驶证行么。

不想姑娘非常爽快地答应了。

我生怕她反悔,连忙将1988的行驶证塞到她手里。她居然将1988的发动机号天衣无缝地填在了证件号一栏里,然后在抽屉里掏了半天,给了我一把带着木牌的钥匙。她向右手边一指,冷冷说道,楼梯在那里。

我顺着她的方向望去,又看见了迎客松下睡着的保安。整个过程里他丝毫未动。服务员关上了抽屉,突然间他又拉开了自己的大衣。妈的这也太自动化了,我暗自想到。女服务员突然对我说道,芬兰就是芬兰浴。

我强笑了一声,玩笑说,这样我就懂了,干吗没加一个浴字呢?

服务员藐视着说道,这两个字两个字都是两个字,这是排比,这不好看吗。

我正要继续提问,只见躺在沙发上的那一位挥了挥翅膀,女服务员马上识趣道,不跟你说了,你自己上去吧。

我打开房间门,环顾这房间,发现也许是我的期许太低,我觉得这个地方还算不错,缺点就是窗户很小,而且因为在二楼的缘故,它被六根铁栏杆包围着。此时天光要开,外面是一棵巨大的树木。我躺到床上,正要睡去,突然间有人敲门。我下意识地摸了口袋,以为是有东西遗落在登记台上,除了1988的钥匙在桌子上以外,其他一切安在。我对门口说,谁。

门口传来女声,说先生请开门,让我进来详谈。

我想这个时间,这是什么妖精,于是伏在门边,问道,你是哪位,什么事情。

女声说道,先生,我是珊珊,让我进来你就知道了。

我顿时明了,这是特殊服务。我决定透过猫眼先一窥姿色。但是我发现这个酒店的门上并没有猫眼。这下只能开门见“珊”了。我是一个正直的人,我去过很多城市,遇见酒店色情服务一般在猫眼里看一眼就回绝了,当然,我也放进来过两个,那是因为她们漂亮。我认为只要我开了门,哪怕进来一头猪我也必须挺身而出,因为我们已经瞧见彼此的模样,我怎能看见我要将她撵走时她脸上的失望。在这个旅程的开始,我就赌一次天意,门外的姑娘是我喜欢的类型。于是我打开了门。

珊珊长得非常普通,但我已经不好意思驱逐她。出于礼节,我也必须上了她。我问她,你叫什么名字。刚问完我就发现了自己的心不在焉,马上补了一句,我说的是真名,不是艺名,你叫什么真名。

珊珊说,我姓田,叫田芳。

我说,嗯,那我还是叫你珊珊吧。

珊珊在房间里走了一圈,拉上窗帘,坐在床沿,说道,先生,你知道我们这里服务的项目么?

我说,你说。

珊珊玩弄着自己新做的指甲,说,我们这里半套一百,全套两百。

我说,那你们这里服务好不好?

珊珊看着我,笑道,放心吧,给你的,都是好的。

我没有什么兴致,问道,你这里有四分之一套么?

她回过头来,怔怔地望着我,说,先生,您不是开玩笑吧。

在全套之后,她利索地穿上了衣服。我问她,你怎么能这么快知道我入住了。

珊珊说,因为我一直没有睡觉,你知道,我们这里大概有三十多个技师,但是这里都是卡车司机住的,大家全部都是路过,谁也没有固定的客人,要等妈咪排钟的话,也许要等到两天以后了,所以我特别认真,姐妹们都睡觉了我还伏在门口,我听到有人回房间了我就上来敲门。大半夜的,一般客人也不会换来换去的。我的点钟特别少,因为有些人,特别是广东人,他们特别选号码,8号和18号就点的很多,我的号码不好,要靠自己。你以后要是过来,直接点我的号码就行了。

我说,大家都像你这么敬业就好了。你是几号。

她说,我是38号。

我说,嗯,那我还是叫你珊珊吧。珊珊,你为什么不换一个号码呢?

珊珊把自己胸前的号码扶了扶,说,我们这里从1号到40号是上门的,40号以后都是正规捏脚的,我和妈咪的关系没有搞好,我就没轮上好号码。

我有些困意,打算聊最后几句。我早就不是劝妓女从良的纯洁少男,但我必须得劝她注意身体,不要变成工作狂。我说,珊珊,我要睡了,你工作也不要这么拼命
,你看现在……
我拉开了外面的窗帘,阳光抹在了墙壁上,我这才发现这个酒店如此斑驳。说道,你看现在,大早上的,你太勤奋了。