27 abr 2011

Leer en China: notas de un 23 de abril

Monte Tai (泰山 Tai shan), montaña sagrada taoísta  y monumental  hipertexto sobre roca


Google del siglo XVI: La rueda de los libros del italiano Agostino Ramelli

   El libro, sobre cuyo porvenir en la era digital se ciernen todo tipo de conjeturas, ha gozado en China de un prestigio equiparable, si no mayor, al de otros países. No obstante, la encrucijada entre el papel y la pantalla parece haberse resuelto sin grandes traumas a favor de esta última. 
  
   Escribo estas líneas un 23 de abril, Día del Libro. Miro una foto de E. Vila-Matas en las Ramblas de Barcelona y pienso en Dublinesca, su homenaje a las ruinas de la era Gutenberg. En otra ventana veo a Han Han (韩寒), el escritor y bloguero con más lectores del mundo, 28 años, icono de la China pop, piloto de rallies, dolor de cabeza de las autoridades, ídolo de jovencitas acaloradas, cantante y modelo, por el que siento una rara fascinación más debida a su actitud vital y política que a sus virtudes literarias. Abro una tercera ventana y busco en Google algo que, creo recordar, dijo Walter Benjamin sobre los libros y las prostitutas. Lo encuentro en el blog del escritor Eduardo Berti:
  «Qué gustosa y embusteramente cuentan los libros y las prostitutas cómo han llegado a ser lo que son. En realidad, muchas veces ni ellos mismos se dan cuenta. Durante años se cede a todo “por amor”, hasta que un buen día aparece en la calle, convertido en un voluminoso “corpus” que se pone en venta, aquello que, “por amor a la causa”, nunca había pasado de ser un vago proyecto».

   En la vieja Shanghai, la calle Fuzhou era famosa por sus más de cien librerías. Allá vieron la luz dos gigantes de la industria editorial china: la Zhonghua Book Company (中华书局) y la Commercial Press (商务印书馆). La calle Fuzhou fue también el corazón de la Shanghai más libertina. Como hoy en las Ramblas de Barcelona, los libros y las flores compartían un mismo espacio, solo que aquellas flores no eran rosas, sino prostitutas, las célebres flores de Shanghai. Unos llamaban a la calle Fuzhou la "calle de la cultura"; otros, irónicamente, la "calle de la decencia". En este 23 de abril, no sabía si hablarles de libros o de flores y he decidido quedarme en ese punto en el que se bifurca la calle de la cultura y la decencia: voy a hablarles de lectores, de lectores chinos.



Edición china de El viaje vertical de E.Vila-Matas



Han Han (韩寒), blogstar y novelista. Foto: Shanghaiist

   Viajar por China es descubrir una literatura tallada en piedra y revestida de un prestigio secular que pertenece casi más a la memoria y al orgullo nacional que a los libros.  Los guías turísticos suelen acompañar sus explicaciones con poemas clásicos que celebran la belleza del lugar visitado. En las laderas del Monte Tai o a la orilla del lago Kunming, los turistas se detienen a leer y a fotografiarse junto a textos cincelados minuciosamente sobre rocas o estelas. Existe, por tanto, una literatura revestida de un valor simbólico, didáctico e institucional que forma parte del paisaje, lo subraya, lo interpreta; una literatura ejemplar y canónica publicada en un soporte material que no siempre es el papel. Guardianes de ese patrimonio desde el mismo vértice del poder, los  intelectuales chinos  han sido desde la época imperial lo que Gramsci llamó «funcionarios de la superestructura», una suerte de guías espirituales. Taciana Fisac dedicó a este tema un ensayo muy recomendable: Los intelectuales chinos y el poder (Trotta, 1997).

   El libro, más que un objeto destinado al disfrute estético, ha funcionado en China durante siglos como un salvoconducto para acceder al poder o a la influencia social: emperadores bibliómanos; exámenes de comentario literario y composición poética cuya superación garantizaba un alto cargo administrativo; historias dinásticas que recogían en papel hasta los más nimios detalles de la gestión imperial. El libro fue siempre una cuestión de Estado, llevada a su extremo más delirante durante la Revolución Cultural con la imposición de una lectura a todo el país: el Libro rojo de Mao, número uno en la lista de bestsellers del siglo XX. Junto con los afiches revolucionarios, fue prácticamente la única lectura juvenil de toda una generación, como nos recuerda  el escritor Yu Hua. No han faltado literatos entre los altos representantes del Partido Comunista Chino: Guo Moruo, Mao Dun, sin olvidarnos de los coqueteos literarios de presidentes y primeros ministros como Jiang Zemin y Zhou Enlai ni, por supuesto, de los versos de ese célebre poeta chino homenajeado en los billetes de yuan y en las tiendas de souvenirs de toda China. No hace falta que vuelva a escribir su nombre. 


                                        Poema de juventud de Zhou Enlai en el Parque Arashiyama, Kyoto.                                                     Símbolo de reconciliación y de amistad entre China y Japón.
 
Guardias rojas con el Libro ídem en Tiananmen. 1966. Foto: 国际在线 www.crionline.cn

Soldados y trabajadores con las Obras escogidas de Mao. 1966. Foto: 国际在线 www.crionline.cn
    

   Viajar por China, al menos para impertinentes literarios como un servidor, es también ver leer. En las bibliotecas públicas, que  funcionan más como salas de lectura que como servicio de préstamo de libros. En las librerías, las inmensas y abarrotadas librerías de varios pisos por las que  los buscadores de ficción deambulan desorientados de la sección de autoayuda a la de biografías; de la de informática a la de blogs; del Starbucks a la papelería; de los cachivaches electrónicos a la sección de idiomas extranjeros, lugar ideal este último para que, en el peor de los casos,  te asalten chinos que quieren practicar su inglés o, en el mejor, para comenzar  una enrevesada amistad con una joven escritora china de la que luego les hablaré y a la que llamaremos Summer. En el Día del Libro, abro otra ventana y un  editor dice frases solemnes sobre el libro y las librerías, que si templos de la cultura, que si centro del mundo, que si el libro es el objeto más perfecto... ¿Por qué nadie comenta que las librerías son también un lugar estupendo para conocer gente? En una época en la que proliferan reality shows literarios, novelas colectivas, jam sessions de escritores, quizá el modelo de librería que nos espera tenga algo que ver con el de este vídeo que nos llega desde Malasia. Tomen nota y no se pierdan el valioso testimonio de estos jóvenes libreros malayos:







Lectores de novelas para móvil en el metro de Pekín. Foto: F. Brow
  Desde hace cuatro años, mi amiga Summer vive en un dormitorio compartido de la East China Normal University de Shanghai. Les hablo de Summer porque es escritora y creo que representa muy bien a un cierto tipo de juventud urbana  que autoras como Wei Hui y Mian Mian han retratado en sus novelas. Les abriré las puertas de su habitación. Allá tiene su mundo: muchas fotos; bastante ropa; algún manga japonés; la mascota de la Expo de Shanghai; revistas; sopas deshidratadas de fideos; pocos libros, los de su máster en lengua inglesa. Es sin embargo una lectora voraz. Cada día recibe un sms con un nuevo capítulo de la novela para teléfono móvil a la que está enganchada. Pasa horas, muchas horas conectada a Internet. Lee novelas online, sigue varios blogs y acaba de enviar su segunda novela a Qidian, una página en la que decenas de miles de chinos  cuelgan sus obras literarias con la esperanza de obtener alguna difusión. De vez en cuando, masacra a ejércitos de zombies en un juego cuyo nombre no recuerdo. Lee, casi siempre on line, a sus contemporáneos chinos. De los extranjeros, su favorito es Haruki Murakami y, gracias a sus estudios, también está familiarizada con los clásicos de la literatura inglesa y norteamericana. Sabe hablar de muchos temas con propiedad y con un rigor que más de una vez logró deslumbrar a este servidor, prejuicioso europeo poco curtido en la esgrima intelectual frente a posters como el de aquel Michael Jackson con manchas de grasa que me  reprochaba algo desde el Neverland de la pared. Cuando le pido que me recomiende a algún joven escritor chino me remite casi siempre a blogs. Y yo, como Samuel Riba, el editor protagonista de Dublinesca, sueño con descubrir a un nuevo autor genial oculto entre mil millones y pico de chinos mientras me pregunto por qué en China, país de Bi Sheng, padre de la imprenta, donde el libro fue un objeto de veneración, ni los escritores en ciernes como Summer parecen muy interesados en el papel o, desde luego, lo están mucho menos que sus coetáneos occidentales. Summer zanjaría el asunto diciéndome que en una habitación de pocos metros cuadrados compartida por cuatro estudiantes no cabe una biblioteca. Un argumento inapelable, desde luego.

Wei Hui ( 卫慧) , autora del bestseller Shanghai Baby. Foto: Shanghaiist

   A pesar del predominio de la literatura digital, las librerías siguen llenas, sobre todo las que, conforme a las pautas de la sociedad del espectáculo, han sabido convertirse en grandes superficies de ocio a las que se puede ir a tomar algo, a curiosear y, por qué no, a comprar libros, sobre todo "prácticos" o de "estrellas de la literatura". Se venden muy bien los manuales de autoayuda y de informática, los libros de idiomas y las biografías ejemplares de personajes ricos y famosos. Los autores de narrativa más jóvenes, decíamos,  parecen haber encontrado su espacio natural en Internet, desde donde alguno de ellos ha logrado convertirse en auténtica figura mediática. En la lista de bestsellers de ficción de Amazon, destacan los escritores con aspecto de estrellas del pop, como el ya mencionado Han Han o el singular Guo Jingming. Si el primero, desde su blog,  incomoda a la gerontocracia comunista con agudas y sarcásticas críticas al sistema, el segundo, Guo Jingming, tiene a los jerarcas al borde del soponcio con su estética queer, sus colgantes y sortijas, sus camisolas con volantes de encaje, sus fotografías en la ducha y sus apariciones públicas entre miles de fans desbocados por los pasillos de las librerías a la caza de un autógrafo. 

Guo Jingming, el novelista más leído en China. Foto: Asia offbeat


Obras de ficción más vendidas en China en el año 2010

1. Guo Jingming, Tiny Times 2.0 (小时代2.0虚铜时代).
2. Han Han,  Party: Part I (独唱团 第1辑).
3.Li Ke A Story of Lala's Promotion (杜拉拉升职记).
4. Guo Jingming, Critical I (临界.爵迹1).
5. Dan Brown, The Lost Symbol.
6. Han Han, 1988: I Want to Talk with the World (1988:我想和这个世界谈谈).
7. Li KeLala II: Those Shinning Days (杜拉拉升职记2-华年似水).
8. Ai Mi,    Hawthorn Tree Forever (山楂树之恋).
9. Haruki Murakami, 1Q84.
10. Li Ke, Lala III: Fighting for Flying (杜拉拉3:我在这战斗的一年里).

 Por si queda alguien leyendo, no querría terminar sin sugerir algunos de los motivos por los que, desde mi tal vez disparatado punto de vista, el furor "internetino" en China ha crecido con más fuerza que en esta Europa desde la que escribo ahora. Me ceñiré al ámbito literario que, como hemos visto, abarca desde la alta costura hasta las carreras de coches.

Foto: Reuters
Debido a la lábil frontera que existe en China entre escritura, pintura y artes decorativas,  el libro ha compartido honores como soporte textual con  otros muchos objetos: piedras, rollos de seda, rollos de papel, álbumes, abanicos, etc. Mientras que la tradición popular occidental representa al intelectual como un ser absorto en sus libros, en China se le identifica sobre todo con los llamados cuatro tesoros del estudio(文房四宝): el pincel, la tinta, el papel y la piedra de entintar. El éxito de la literatura digital, tanto en China como en Japón, tal vez no sea ajeno a una tradición que ha hecho de la escritura un valor en sí, independientemente del medio en el que esta se presente.  


   Nunca deberíamos dar por supuestas las bondades del libro ni el discreto encanto de las librerías. Al hilo de esto, el éxito de la literatura digital en China puede tener que ver con esa tensa y obsesiva relación entre el poder y el libro de la que hablábamos antes. El Estado es aún el único editor oficial de la República Popular China, no obstante delegue en miles de editoriales celosamente controladas. En este contexto, la irrupción de Internet en la rígida sociedad china de los años 90, sostiene Han Han, fue casi más un avance de la medicina que de la tecnología. El ahora detenido Ai Weiwei se refirió a Internet como «la única esperanza de China». Lo cierto es que a pesar del llamado Gran Cortafuegos o Proyecto Escudo Dorado, implantado en el 2004 por unas autoridades conscientes del potencial subversivo de Internet, la Red china es un hervidero de opiniones, ideas, discusiones, foros, proyectos culturales de todo tipo. La ciberpolicía recuerda a menudo su presencia y sus mecanismos de censura son cada vez más sofisticados, y también insólitos: a veces aparecen en pantalla unos avatares de la policía para advertir al usuario que está siendo vigilado. Sin embargo, resulta muy difícil controlar el torrente de información que se genera cada día en  el país con más internautas del mundo. Para quien desee más información al respecto, recomiendo esta entrevista de Zai China a Manel Ollé, excelente conocedor de la Red china,  a cuyo análisis está dedicado su blog


Jingjing y Chacha, avatares de la ciberpolicía de Shenzhen


 Cabe decir también que la televisión china deja bastante que desear en cuanto a calidad y variedad de contenidos; el cine cuesta casi como en París; la oferta de ocio hasta hace muy pocos años era más bien limitada; y los salarios, por lo general, muy bajos. Ante este panorama, la Red ha venido a colmar toda una serie de carencias. Para muchos jóvenes nacidos a partir de los años ochenta, los llamados "pequeños emperadores", hijos únicos presionados por unos padres que esperan de ellos la excelencia, Internet es, además de una válvula de escape, un catalizador de ideas imprescindible y una cantera de escritores de todo pelaje y plumaje.

Librería en Nanjing. Foto: Meckley China
   La realidad horizontal y fragmentaria de la era digital ha despertado por el momento más suspicacias que entusiasmo entre los más aferrados a lo que queda de los viejos símbolos de referencia.  Y no me refiero solo a la clase dirigente china, sino al aturdimiento generalizado en un mundo mutante. Los líderes comunistas chinos se enrocan ahora en Confucio e intentan "armonizar" la vorágine. Mientras tanto, la Red bulle y erosiona jerarquías, certezas. Enfangados en el cambalache problemático y febril que es la China contemporánea,  hoy nos hemos ocupado más de los ecos que de las voces de esta nueva potencia económica que, más allá de las rentas de la poesía Tang o de la Gran Muralla, está llamada a convertirse en una potencia cultural. Habrá que estar atentos. 
Les dejo con el primer concierto de los Rolling Stones en China, en abril del 2006. Mike Jagger invitó a subir al escenario a Cui Jian, considerado el "padre del rock chino".  Wild Horses:

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