2 ene 2011

Ding Dunling, el chino de Gautier (1ª parte)

Cementerio de Saint-Énogat, Bretaña
Esta es la tumba de Judith Gautier (1846-1917), hija de Théophile; viajera imaginaria; compositora; musicóloga; escritora; emperatriz china de los salones parisinos; musa de Wagner, de Baudelaire, de Mallarmé; amante de Victor Hugo; primera mujer miembro de la Academia Goncourt; una de las primeras traductoras de poesía china a una lengua europea. Junto a ella descansa su amiga y discípula Suzanne Meyer-Zundel, casi cuarenta años más joven. Sobre la lápida, una inscripción en chino tan parecida a un célebre verso del poeta Claudio Rodríguez que me voy a permitir la libertad y el capricho de traducirla así: « Siempre la claridad viene del cielo.»

Cualquier historia de la recepción de la cultura y de la literatura china en Occidente debería detenerse en la figura de Judith Gautier y en la del oscuro hombre de letras chino que marcó su vida: su preceptor y profesor de chino Ding Dunling.



Sabemos que, en la Europa decimonónica, en casi ningún salón de la alta sociedad faltaban las chinoiseries, que China, como bien nos recuerda todavía la lengua inglesa, era sinónimo de porcelana; también de seda; de té; de opio; de ambiciones coloniales y de suspiros orientales de marquesonas cursis que tendrían como consecuencia atrocidades como las Guerras del Opio o algunos poemas de Rubén Darío. Si bien es cierto que Judith Gautier incurre a menudo en banales exotismos orientalistas, su acercamiento a esa China que nunca pisó es bastante más profundo que el de la mayoría de sus contempóraneos y es que tras sus viajes imaginarios a China, tras sus traducciones parnasianas de poetas como Li Po, Du Fu o Su Dongpo, se oculta la sombra de Ding Dunling, un personaje del que sólo nos han llegado referencias indirectas. No se conservan fotos ni retratos, su vida está llena de lagunas que apenas logran colmar unos pocos artículos recientes y alguna que otra frase suelta de sus contemporáneos. Por no tener, no tiene ni entrada en la Wikipedia. Y, sin embargo, Suzanne Meyer-Zundel contaba que, en sus últimos años, Judith Gautier recordaba casi a diario las lecciones de chino y los relatos sobre el país de sus fantasías con los que aquel misterioso preceptor chino iluminó su adolescencia y juventud .

Mlle. Judith Gautier à la Fourberie, 1883-85, J.S.Sargent. © Musée Jean Faure, Aix-les-Bains, France.


Ding Dunling (丁敦龄)  nace en algún lugar de China en torno al año 1830. Obtuvo el grado de xiucai (秀才) -algo así como licenciado- en los exámenes imperiales. El resto de su vida en China es una sucesión de conjeturas, de testimonios apócrifos, de especulaciones con más o menos fundamento. Hay un hecho que parece incontestable: la vida de Ding Dunling corría peligro en China y el exilio fue su único modo de escapar de una muerte segura. Muriel Détrie sostiene que Ding Dunling estuvo seriamente comprometido con la Rebelión Taiping, una insólita empanada mental que degeneró en una guerra civil -una de las más sangrientas de la historia- en la que perdieron la vida varios millones de chinos entre 1851 y 1864. En un país asolado por hambrunas, desastres naturales, invasiones extranjeras, gobiernos corruptos e incompetentes, surge un visionario llamado Hong Xiuquan (1814-64) que, convertido al cristianismo por unos misioneros, se proclama Mesías, «hermano menor de Jesucristo» y exorcista imperial. A raíz de un sueño místico en el que un anciano de barba dorada y capa con un dragón negro le urgía a limpiar el mundo del mal, Hong Xiuquan ordena forjar dos enormes «espadas para matar demonios», se pone al frente de la Sociedad de los Adoradores de Dios y funda un estado paralelo llamado Reino Celestial de la Gran Paz, que tuvo que ver con la paz tanto como la Revolución Cultural con la cultura. Algunos de los demonios con los que Hong Xiuquan se batió fueron el confucianismo, el budismo, el taoísmo, pero también la prostitución, el juego y el opio.


Hong Xiuquan
 El descontento social hizo que millones de campesinos se adhirieran a la llamada de Hong Xiuquan y formaran un gigantesco ejército que puso en jaque al imperio e instauró en las muchas ciudades conquistadas -con Nankín como plaza fuerte- un delirante régimen teocrático y militar. Ignoramos hasta dónde llegó la implicación de Ding Dunling en la Rebelión Taiping. Sabemos que, convertido al cristianismo, huyó de China para siempre con la ayuda del misionero francés Joseph Marie Callery (1810-62) antes de que la Rebelión fuera sofocada y la chaladura de su líder supremo, enrocado entre decenas de concubinas, culminara con una muerte por sobredosis de maná [sic], así llamaba Hong Xiuquan a los hierbajos de dudosa salubridad con los que se nutría. Joseph-Marie Callery es autor de una obra titulada Historia de la insurreción en China (1853), primer libro en una lengua europea que documenta el origen de la Rebelión Taiping. Es muy probable que Ding Dunling aportara al religioso información de primera mano sobre la entonces incipiente revuelta. Su amistad y colaboración continuó hasta el punto de que Callery acompañó a Ding en su huida a Francia con la intención de que este le ayudase a redactar un diccionario francés-chino. Desgraciadamente, a las pocas semanas de su llegada a París, Callery muere y deja a Ding Dunling en la indigencia.

Théophile Gautier, fotografía de Nadar, 1856

No son claras las circunstancias en las que Théophile Gautier, con un gesto quizá más dandy que altruista, rescató de las calles de París a un chino menesteroso para convertirlo en preceptor de su hija. Nada mejor que poner un chino en su vida para poder saciar cotidianamente una sed de lejanías y exotismos que Théophile Gautier había mostrado desde sus viajes juveniles a España, ese pintoresco umbral de otros orientes más remotos. Vale la pena recordar que en su Viaje por España (1843), Gautier estableció una sorprendente comparación entre los campanarios de Écija y los templos chinos y japoneses:

« Los campanarios no son bizantinos ni góticos ni renacentistas, parecen más bien chinos o japoneses; se les podría tomar por torrecillas de algún miao dedicado a Confucio, Buda o Jo, pues están revestidos de azulejos de colores muy encendidos, cubiertos con tejas verdes y blancas, lo que presenta muy extraño aspecto. »

Hija de su padre, Judith Gautier no tardó en descubrir que, a pesar de las apariencias, ella era china; y no una china cualquiera, sino nada menos que « la reencarnación de una princesa china» . Así que la tarea de ese antiguo secuaz de exorcistas imperiales que era Ding Dunling se prometía ardua: no sólo debía ser su preceptor, su profesor de lengua y cultura china y su guía en los viajes imaginarios por China, sino que debía liberar el alma de una china atrapada en el cuerpo de una francesa. La misión que Théophile Gautier encomendó a su hija no fue menos espinosa:

« Desentraña a este hombre amarillo y descubre qué es lo que esconde su misterioso cerebro.»

Estudiante entusiasta y concienzuda, Judith Gautier aprendió chino y, con poco más de veinte años, publicó una muy influyente antología de poesía china: El libro de jade (1867). En la primera edición, junto a los versos de los grandes poetas de las dinastías Tang (618-907) y Song (960-1279), Judith Gautier incluyó cuatro poemas de su maestro Ding Dunling. La próxima entrada del blog estará dedicada a explorar la notable influencia que este libro ejerció -para bien y para mal-  en las letras francesas y europeas. La China que imaginó y  tradujo -o adaptó- Judith Gautier con la ayuda de su preceptor en obras como El libro de Jade o En China, permeó por muchos años las fantasías sinófilas occidentales.

Ding Dunling, más conocido ya como «el chino de Gautier»  o «la eminencia amarilla del Parnaso», se convirtió en una especie de gabinete de curiosidades andante y en una presencia habitual en salones como el del propio Théophile Gautier, el de Victor Hugo, el de Mallarmé o el de la musa de Baudelaire, Apollonie Sabatier. No obstante, los datos sobre su vida siguen siendo casi tan escasos como cuando vivía en China. Conversó, paseó, recorrió salones, tuvo varios alumnos de chino, pero salvo alguna contada mención en el Diario de los Goncourt, entusiasmados ante la presencia de « un verdadero chino», poco más trascendió de su vida. Mucho nos tememos que la admiración que despertó la  «eminencia amarilla del Parnaso» no fuese sino una flor de loto en el ojal de esos dandis que paseaban con tortugas por las calles de París; otra chinoiserie con la que adornar los cenáculos literarios; un ailleurs al alcance de la mano; el muñeco por cuya boca hablaban de un Oriente imaginario los artistas ventrílocuos. Sólo en el caso de Judith Gautier, muñeco y ventrílocuo parecen intercambiar sus papeles de vez en cuando.

En 1875, Ding Dunling sale del anonimato y alcanza una breve e indeseada notoriedad: fue arrestado  bajo la acusación de poligamia.  Unos años antes había contraído matrimonio con una tal Caroline Julie. Cuando la señora de Ding descubrió que existía en China otra señora de Ding como consecuencia de un matrimonio precedente de su marido, decidió resolver el asunto en los tribunales. Judith Gautier asistió como testigo al juicio y aportó la traducción de un texto jurídico chino que establecía que si en un plazo de tres años el marido no recibía noticias de su mujer, el matrimonio dejaba de ser válido. Un interesante caso de derecho comparado del que tampoco nos ha llegado mucha documentación. Andrew Lang, aunque con algunas inexactitudes, dedicó al caso esta jugosa crónica contemporánea del juicio. Lo importante es que el veredicto fue favorable a Ding Dunling, que recuperó la libertad. Entre 1875 y 1886, año de su muerte,  su pista vuelve a esfumarse. Murió en Francia. Eso todo lo que sabemos por ahora sobre la vida del chino de Gautier.

En la próxima entrada, rastrearemos una serie de textos (Judith Gautier, Victor Hugo, Baudelaire, Octave Mirbeau, etc) para tratar de comprender mejor la influencia que ejerció desde la sombra el enigmático chino de Gautier. Su sombra chinesca, proyectada siempre a través de Judith Gautier, también dejó huella en la música: vamos a terminar  con Der Einsame im Herbst (El solitario en otoño), segundo movimiento de Das Lied von der Erde (La Canción de la Tierra) de Mahler. Dos de los poemas del libreto son una traducción al alemán hecha a partir las versiones francesas del Libro de jade de Judith Gautier. El poema original que inspira el segundo movimiento de La Canción de la Tierra es obra del poeta chino de la dinastía Tang (618-907) Zhang Ji, transcrito también como Chang Tsi o Qian Qi. Un estudio detallado sobre el viaje textual del libreto, en esta página.



7 comentarios:

  1. Manuel cada dia estoy mas convencido que eres una reencarnación de algun "poeta Chino" y que como tú y Judith Gautier existen mas "chinos" con cara de Occidentales, Españoles, Franceses, Eslovenios, etc. El post un "10" muy interesante, espero la segunda ó las partes que sean. Un abrazo de un "Chino". Saludos Rafa.

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  2. Hola. Saludos. Yo estaba buscando senderos para comprender mejor un coup de dés de Mallarmé y mira que todo esto me trajo hasta una rebelión en la china decimónica, todo comenzó con la entrevista con Paz. En fin, agradezco la entrada, me ha causado más curiosidades... ¿qué más podría necesitar?
    Por ello quisiera que escribieras la bibliografía de los textos que mencionas.
    Gracias.

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  3. Tienes razón, Anónimo. Un fallo no haber incluído la bibliografía de los textos mencionados. Aunque, por cierto, esta entrada necesita una pequeña actualización. He continuado investigando sobre el misterioso chino de Gautier y he descubierto algunas cosas que no sabía cuando escribí la entrada. Prometo actualizar e incluir la bibliografía muy pronto. Gracias por pasarte por este rincón.

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  4. Muchas gracias, voy a seguir leyendo otras entradas. La historia del chino de Gautier me pareció harto curiosa, algo así como una heterotopía borguesiana que alguien (yo debería) escribir.

    Antes de esa tentativa habría que conocer más del tema, así que si tu publicas algo de eso estaré al pendiente. Cuando entré a esta página quizá se demostró otra vez que la inspiración y el temor ante la página en blanco es un coup de dés

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  5. Señor o Señora Anónimo, parece usted alguien muy interesante. Me pregunto por su identidad. Me alegraría mucho que saliera usted de su misterioso anonimato, aunque fuera bajo seudónimo o heterónimo ;-) Un saludo.

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  6. jajaja,, pues tu (usted) eres el que me ha parecido interesante y por lo menos ya he visto tu foto y algunos datos tuyos.

    En fin. Alejandro. México DF. 20 años. Estudiante, no de filosofía, no de letras sino de Ciencias de la comunicación. En la UNAM.

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  7. Judith Gautier:«Que faire pour lui, alors, s’il ne voulait pas s’en aller?»
    «Le garder et l’héberger, à la façon orientale, telle fut la conclusion de mon père.»

    in Le collier des jours : le second rang du collier, souvenirs littéraires / Judith Gautier
    http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k832586/f164.image

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